El por qué de las guerras. Diálogo entre Albert Einstein y Sigmund Freud.
28.07.2014 11:22Desde el principio de los tiempos, la guerra ha sido el vehículo del poder, solo la equiparación de fuerzas puede en un momento dado limitar su dinámica en gracia a una dudosa victoria; la situación actual (permanente, pero agravada con el paso del tiempo), me conducen, en la evidencia de su vigencia, al intercambio de ideas, que fueron realizadas por correspondencia en 1932, con el fin de encontrar respuestas hacia la prevención de la guerra, por Albert Einstein y Sigmund Freud.
Einstein inició el intercambio con la pregunta: "¿Hay algún camino para evitar a la humanidad los estragos de la guerra?" y luego de considerar "la creación de un cuerpo legislativo y judicial para dirimir cualquier conflicto que surgiere entre las naciones" como una "manera superficial de tratar el problema" dado que "un tribunal es una institución humana propensa a que sus veredictos sean desvirtuados por presión extrajudicial y aproxima sus decisiones a un ideal jurídico donde el derecho y el poder van inevitablemente de la mano", Einstein indica que "la renuncia incondicional, en una cierta medida, de todas las naciones a su libertad de acción, vale decir, a su soberanía" es el único camino a seguir, y "el afán de poder que caracteriza a los gobernantes" sumado a "las actividades de quienes se guían por aspiraciones puramente mercenarias, económicas" son el obstáculo. Ante estos obstáculos, se pregunta: "¿Cómo es posible que esta pequeña camarilla someta al servicio de sus ambiciones la voluntad de la mayoría, para la cual el estado de guerra representa pérdidas y sufrimientos?" y se responde: "Pareciera ser que la minoría, la clase dominante hoy, tiene bajo su influencia las escuelas y la prensa, y por lo general también a la Iglesia. Esto les permite organizar y gobernar las emociones de las masas, y convertirlas en su instrumento." Su respuesta lo conduce a otra pregunta: "¿Cómo es que estos procedimientos logran despertar en los hombres tan salvaje entusiasmo, hasta llevarlos a sacrificar la vida?", y encuentra sólo una respuesta posible: "el hombre tiene dentro de sí una pasión, latente, de odio y destrucción, que emerge en circunstancias inusuales pero, es relativamente sencillo ponerla en juego y exaltarla hasta el poder de una psicosis colectiva."
"¿Es posible controlar la evolución mental del hombre como para ponerlo a salvo de las psicosis del odio y la destructividad?" es la cuarta pregunta que formula Einstein, quien a su vez señala que en los escritos de Freud "podemos hallar respuestas, explícitas o tácitas, a todos los aspectos de este urgente y absorbente problema" y considera "un gran servicio" que Freud "expusiese el problema de la paz mundial a la luz de sus descubrimientos más recientes, porque esa exposición podría marcar el camino para nuevos y fructíferos modos de acción".
Si bien Freud considera que el vínculo derecho y poder, es ciertamente el punto de partida en el indagar que realizan en su intercambio epistolar, Freud prefiere sustituir la palabra "poder" por la palabra "violencia" y establece el nexo entre el derecho y la violencia, al señalar que "el derecho fue en su origen violencia bruta" que luego "pasó a través del hecho de que la mayor fortaleza de uno podía ser compensada por la unión de varios débiles, y ahora el poder de estos unidos constituye el derecho en oposición a la violencia del único. Vemos que el derecho es el poder de una comunidad", y "sigue siendo una violencia pronta a dirigirse contra cualquier individuo que le haga frente; trabaja con los mismos medios, persigue los mismos fines; la diferencia sólo reside, real y efectivamente, en que ya no es la violencia de un individuo la que se impone, sino la de la comunidad".
En su exposición del problema de la paz mundial, Freud señala a la "unión de los débiles" como el primer paso en el camino para prevenir la guerra y evitar así sus estragos; y advierte que ese paso, como acto, siguiendo a Jaques Lacan, para cumplirse, "necesita como condición psicológica que la unión de los muchos sea organizada con leyes que determinen la medida en que el individuo debe renunciar a la libertad personal de aplicar su fuerza como violencia, a fin de que sea posible una convivencia segura, permanente, duradera", puesto que "nada se habría conseguido si se formara sólo a fin de combatir a un hiperpoderoso y se dispersara tras su doblegamiento", ya que "el próximo que se creyera más potente aspiraría de nuevo a un imperio violento y el juego se repetiría sin término".
Freud corrobora el obstáculo que señala Einstein, al exponer que "las leyes son hechas por los dominadores y para ellos, y son escasos los derechos concedidos a los sometidos"; y profundiza al mostrar que esa desigualdad origina "dos fuentes de movimientos en el derecho y en su desarrollo", por un lado, "los intentos de ciertos individuos entre los dominadores para elevarse por encima de todas las limitaciones vigentes, vale decir, para retrogradar del imperio del derecho al de la violencia; y por el otro, los continuos empeños de los oprimidos para avanzar de un derecho disparejo a la igualdad de derecho"
Freud expone que ha descubierto que "la compulsión de la violencia y las ligazones de sentimientos -técnicamente llamadas identificaciones- son los dos factores que "mantienen cohesionada a una comunidad" y "de estar ausente uno de esos factores, es posible que el otro mantenga en pie a la comunidad". Es importante mencionar que en 1921, en el texto Psicología De Las Masas Y Análisis Del Yo2, Freud hablaba de la identificación como "la más temprana exteriorización de una ligazón afectiva con otra persona".
En relación a la conjetura de Einstein, sobre la existencia de "una pulsión a odiar y aniquilar, que transita en el azuzamiento" que conduce a los hombres a la guerra, Freud la corrobora y profundiza en ella exponiendo la suposición, desde la investigación psicoanalítica, de la existencia de dos clases de pulsiones en el ser humano: "aquellas que quieren conservar y reunir, y otras que quieren destruir y matar" agregando que "de las acciones conjugadas y contrarias de ambas surgen los fenómenos de la vida", por lo que "ambas son indispensables".
Así, responde a la pregunta de Einstein sobre la facilidad con la que se entusiasma a los hombres a la guerra, argumentando que "cuando los hombres son exhortados a la guerra, puede que en ellos responda afirmativamente a ese llamado toda una serie de motivos, nobles y vulgares, unos de los que se habla en voz alta y otros que se callan, entre los que se cuenta el placer de agredir y destruir" e indicando que "no se trata de eliminar por completo la inclinación de los hombres a agredir; puede intentarse desviarla lo bastante para que no deba encontrar su expresión en la guerra".
Al final de su exposición, Freud deposita la esperanza de un mundo en paz en el proceso de desarrollo de la cultura, mediante el uso de la razón y no de la violencia.
Ahora las preguntas, ¿cabe la indiferencia del mundo entero ante situaciones de tal gravedad?, ¿qué tan a salvo estamos de no ser en un futuro próximo las víctimas de un afán de poder desmedido, o del cobarde ataque del terrorismo?. Es acaso el terrorismo la única respuesta del débil ante el acoso del poderoso?. ¿Qué pasa con los organismos internacionales?.
Texto extraído del Blog "Pensamiento Masónico". Ref.: Mardonia López Machado.