La música masónica.

05.02.2014 22:41

Las canciones de las corporaciones de oficios estaba vinculada al período «operativo» de la Orden, como lo seguía siendo al compagnonage, de modo que será recogida como herencia en 1717 por los masones «especulativos» y dará paso a sólida y rica tradición, muy variada según los países no sólo anglosajones o germánicos, sino también, por ejemplo, en Sudamérica.
  
En Inglaterra, en 1723, la publicación de las Constituciones de la Orden redactadas bajo la dirección del Pastor Anderson, van acompañadas de cuatro canciones masónicas con su música que recogerán, traducidas o arregladas de varias formas, casi todas las recopilaciones publicadas en el XVIII y primeros años del XIX por toda Europa.

En Inglaterra los testimonios de la canción masónica en el XVIII son escasos aunque de calidad (músicas de Thomas Arne, Charles Dibdin, etc.). Pero será en Francia donde la canción tradicional de la masonería tome cuerpo. No se trata de composiciones destinadas a las ceremonias –los trabajos–, sino canciones de banquetes destinadas a caldear el ambiente de los ágapes de rigor. Estos textos son bien conocidos a través de libritos de recopilaciones, como el famoso Chansons notées de la très vénérable confrèrie des maçons libres…, publicado por el flautista J. C. Naudot (1762), superintendente musical de la Logia Coustos-Villeroy, a la que también pertenecían el violinista Guignon, el gran cantante Jelyotte, creador de la mayoría de las óperas de Rameau, y el compositor L. N. Clèrambault.

Adelantadas por el extraordinario esplendor de la masonería francesa, estas canciones se difundirán e imitarán en Europa a través de músicos eminentes como C. P. E. Bach, J. G. Naumann, Ch. G. Neefe, el maestro de Beethoven–, W. A. Mozart, J. Haydn, Beethoven, etc.

 

La columna de Armonía

En el siglo XVIII se entendía por tal el grupo de instrumentos militares de viento y, a veces, de percusión, que intervenían en las más importantes ceremonias masónicas. La Columna de Armonía se hacía eco de la nostalgia por la tradición caballeresca. Pronto estas columnas de armonía aumentaron el número de sus instrumentos hasta igualarse a las bandas militares. Estas columnas de armonía, de tradición tanto militar como masónica, se mantendrán hasta mediados del XIX. A partir de este momento la institución se va degradando hasta definirse con este nombre a cualquier conjunto instrumental que actúa durante las ceremonias masónicas. Paralelamente, el órgano entra en la Logia a iniciativa de las Logias de obediencia anglosajona. Es el caso, por ejemplo, de la «Música masónica» para canto y órgano de Jan Sibelius (1865-1957), compuesta para la Gran Logia de Finlandia.

El concierto de Logia

Algunas logias dedican sus trabajos a la música de modo a veces exclusivo. La más antigua de estas Logias es la Philomuscae et Architecturae Societas Apollini, conocida también con el nombre de Logia de Queen´s Head, nombre de la taberna londinense donde sus miembros solían reunirse. Los estatutos del Taller indicaban que se compondría de masones aficionados a la música. Allí fue iniciado el gran violinista y compositor italiano F. S. Geminiani (1687-1762). El francés F. A. D. Philidor (1726-1795) dará las tres primeras ejecuciones de su oda latina Carmen Saeculare, texto pagano de Horacio interpretado a la luz del simbolismo masónico. Otras Logis tenían asimismo actividades musicales de relieve, aunque simultaneándolas con la actividad masónica.

Mucho más notable sería la institución de la Logia (y Sociedad) Olímpica fundada en 1779, agregada al Gran Oriente de Francia. La logia era rica y encargaba obras importantes a compositores renombrados como Cherubini, Davuaz, Breval y, sobre todo, al masón Joseph Haydn, que escribió especialmente sus seis sinfonías conocidas con el nombre de «Parisinas» (nº 82 a 87).

Música religiosa y revolucionaria

Los textos pontificios de excomunión a la Masonería no fueron aplicados en Francia hasta el Concordato de 1801 entre Napoleón y el Papa, por lo que las relaciones de los masones con la Iglesia francesa eran excelentes: las Logias encargaban misas en las principales iglesias de París, numerosos sacerdotes eran Hermanos, algunos con grado muy alto.

A partir del 14 de julio de 1789, los compositores masones por lo general transigen con los regímenes políticos sucesivos. Con rara habilidad, en vez de inspirarse en la música religiosa, adaptan a las circunstancias las costumbres masónicas modificando a este fin la letra de la música. Esta música no deja de ser interesante: el Himno al Ser Supremo, de Gossec, lo hará suyo en el siglo XIX la Iglesia Católica con nueva letras en la célebre recopilación de los Cánticos de San Sulpicio.

Músicos ilustres

A sugerencia de su amigo Mozart, J. Haydn ingresó en la masonería en 1785; compuso unos cantos masónicos poco conocidos. Pueden reconocerse los ecos de la iniciación masónica en su oratorio La Creación.

Con Beethoven no ha podido comprobarse su condición de masón, mas se sabe que se vanagloriaba de haber sido masón y que, cuando se encontraba con hermanos masones, siempre se daba a conocer por las señales y gestos de ritual. Numerosas obras suyas cuentan con claras alusiones masónicas (algunos lieder, el adagio del 7º cuarteto, la ópera Fidelio). La novena sinfonía está escrita para un texto de Schiller sacado de una recopilación de «cánticos» masónicos. Más significativa es la Fantasía para piano, orquesta y coros (op. 80). La obra comienza con un amplio preludio a modo de improvisación, muy modulado, para piano solo; después de una entrada discreta de la orquesta dialogando con el solistas, tres acordes solemnes de los cuernos a los que responden en eco los oboes, preceden al enunciado de un tema que luego se desarrollará ampliamente y que no es otro que el del himno de la Novena Sinfonía. Los acordes instrumentales de viento es seguido por el tema alegre, representativo de la embriaguez de quien sabe andar hacia la Verdad. La partitura es de 1808. El compositor volverá a utilizarla transformándola y haciéndola elemento esencial del final de la Novena Sinfonía.
  

En Francia, las tradiciones del XVIII perduran muchos años. Hasta mediados de siglo, se mantuvo la tradición de la Columna de Armonía. Nos limitaremos a citar a los hermanos Triebert –inventores del oboe moderno –, oficiales de la Logia parisina «La Rosa Estrellada Regenerada» y a Adolfo Sax, inventor del saxofón, que solicitó iniciarse en una logia de Bruselas. H. J. Taskin (1779-1852), A. de Garaudé (1779-1852), Pierre Gaveaux (1760-1825), compositor de la ópera Leonor, que servirá de modelo al Fidelio de Beethoven. A. Boieldieu (1775-1834), iniciado en San Petesburgo y cuyas obras masónicas están conservadas en Rusia.

Tan sólo Alemania y los países germánicos innovarán, volviendo a utilizar el género profano de los Ledertafel (Chant de Table), coros a cuatro voces. La Flauta Mágica orienta imitaciones por doquier. Goethe empezaría una admirable «Segunda Parte» de la Flauta Mágica, a la que renunciaría por no haber encontrado a un músico digno de su inspiración.
Advirtamos también las iniciaciones de Arrigo Boito, J. N. Hummel, L. A. Kozeluch, Lindpaintner, Fr. Liszt, Mendelsohn, G. Meyerbeer, Puccini, Spontini, etc.

Algunos grandes músicos de principios del XX fueron masones y compusieron páginas interesantes destinadas a la Orden. Podemos citar al compositor Jan Sibelius, uno de los fundadores de la Gran Logia de Finlandia, al francés Francis Casadesus (1870-1954), al holandés W. F. Pijper (1894-1947), al francés de origen ruso Y. Semenoff (muerto en 1973), al belga Victor Legley, profesor del Conservatorio real de Bruselas (nacido en 1915), a Pierre-Max Dubois, profesor del Conservatorio nacional superior de París, nacido en 1930…


Extraído del sitio web "Museo Virtual de Historia de la Masonería". Extractado de: Roger Cotte (Profesor en la Schola Cantorum de París, Encargado de curso en la Sorbona y en la Facultad de Letras de Reims), “La Música Masónica”, en José A. Ferrer Benimeli (coor.), La Masonería, Historia 16, Extra IV- Noviembre 1977, pp. 119-128.